El Sermón Del Monte
Las
bienaventuranzas
Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a el sus
discípulos.
Y abriendo su boca les enseñaba,
diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque
ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos
recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzaran misericordia.
Bienaventurados los de limpio
corazón porque ellos verán a Dios
Bienaventurados los pacificadores porque
ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos.
Bienaventurados son cuando por mi causa
los vituperen y los persigan, y digan toda clase de mal contra ustedes,
mintiendo; Gócense y alégrense, porque su galardón es grande en los cielos,
porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de ustedes.
La
sal de la tierra
Ustedes son la sal de la tierra pero si
la sal se desvaneciera, con que será salada? No sirve
mas para nada sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
La
luz del mundo
Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad
asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el
candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre su luz delante
de los hombres, para que vean sus buenas obras, y glorifiquen a su Padre que
esta en los cielos.
Jesús
y la Ley
No piensen que he venido para abrogar la
ley o los profetas. no he venido para abrogar, sino
para cumplir. Porque de cierto les digo que hasta que pasen el cielo y la
tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya
cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy
pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de
los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande
en el reino de los cielos. Porque les digo que si su justicia no fuere mayor
que la de los escribas y fariseos, no entraran en el reino de los cielos.
Jesús
y la ira
Oyeron que fue dicho a los antiguos: No
mataras; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo les digo que
cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedara expuesto al infierno de fuego. Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate
primero con tu hermano, y entonces ven y
presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que
estas con el en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el
juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás
de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Jesús
y el adulterio
Oyeron que fue dicho: No cometerás
adulterio." Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de
caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al
infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala
de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu
cuerpo sea echado al infierno.
Jesús
y el divorcio
También fue dicho: Cualquiera que
repudie a su mujer, déle carta de divorcio. Pero yo les digo que el que repudia
a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la
repudiada, comete adulterio.
Jesús
y los juramentos
Además han oído que fue dicho a los
antiguos: No perjuraras, sino cumplirás
al Señor tus juramentos. Pero yo les digo: No juren en ninguna manera; ni por
el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de
sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza
juraras, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea tu
hablar: Si, si; no, no; porque lo que es mas de esto, de mal procede.
El
amor hacia los enemigos
Oyeron que fue dicho: ojo por ojo, y
diente por diente. Pero yo les digo: No resistan al que es malo; antes, a
cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al
que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a
cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con el dos. Al que
te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oyeron
que fue dicho: Amaras a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo les
digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los
que los aborrecen, y oren por los que los ultrajan y persiguen; para que sean hijos de su Padre
que esta en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace
llover sobre justos e injustos. Porque si aman a los que les aman, qué
recompensa tendrán? No hacen también lo mismo los
publícanos? Y si saludan a sus hermanos solamente, qué hacen de mas?
No hacen también así los gentiles? Sean, pues, ustedes
perfectos, como su Padre que esta en los cielos es
perfecto.
Jesús
y la limosna
Guárdense de hacer su justicia delante de los hombres, para ser vistos de
ellos; o de otra manera no tendrán recompensa de su Padre que esta en los cielos.
Cuando, pues des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los
hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres;
de cierto les digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tu
des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu
limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensara en lo
secreto.
Jesús
y La oración
Y cuando ores, no seas como los
hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas
de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto les digo que ya tienen
su recompensa. Mas tu, cuando ores, entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ó ora a tu Padre que esta en secreto; y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensara en lo secreto. Y orando, no usen vanas
repeticiones, como los gentiles, que piensan que por palabrería serán oídos. No
sean, pues, semejantes a ellos; porque su Padre sabe de qué cosas tienen
necesidad, antes que ustedes le pidan.
Ustedes, pues, oraran así:
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra.
Danos hoy nuestro pan supersubstancial.
Y perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas libranos del malo;
porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.
Amen.
Porque si perdonan a los hombres sus
ofensas, les perdonara también a ustedes su Padre celestial; mas sino perdonan
a los hombres sus ofensas, tampoco su Padre les perdonara sus ofensas.
Jesús
y el ayuno
Cuando ayunen, no sean austeros, como
los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que
ayunan; de cierto les digo que ya tienen su recompensa. Pero tu,
cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres
que ayunas, sino a tu Padre que esta en secreto; y tu Padre que ve en lo
secreto te recompensara en lo secreto.
Tesoros
en el cielo
No hagan tesoros en la tierra, donde la
polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino hagan
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan. Porque donde este tu tesoro, allí estará también tu
corazón.
La
lámpara del cuerpo
La lámpara del cuerpo es el ojo. así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de
luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si
la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuantas no serán las mismas tinieblas?
Dios
y las riquezas
Ninguno puede servir a dos señores;
porque o aborrecerá al uno y amara al otro, o estimara al uno y menospreciara
al otro. No pueden servir a Dios y a las
riquezas.
El
afán y la ansiedad
Por tanto les digo: No se afanen por su
vida, que han de comer o que han de beber; ni por su cuerpo, que han de vestir.
¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Miren las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta.
¿No valen ustedes mucho más que ellas; Y quién de ustedes podrá, por mucho que
se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, por que se afanan? Consideren los lirios del campo, como crecen: no trabajan
ni hilan; pero les digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así
como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el
horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho mas a ustedes, hombres de poca fe?
No se afanen, pues, diciendo: ¿Que
comeremos, o qué beberemos, o que vestiremos? Porque los gentiles buscan todas
estas cosas; pero su Padre celestial sabe que tienen necesidad de todas estas
cosas. Mas busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas les serán añadidas. Así que, no se afanen por el día de mañana, porque el
día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
El
juzgar a los demás
No juzguen, para que no sean juzgados.
Porque con el juicio con que juzguen, serán juzgados, y con la medida con que
midan, les será medido.
¿Y por que miras la paja que esta en el
ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que esta en tu propio ojo? O como
dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo
tuyo? Hipócrita! saca primero
la viga de tu propio ojo, y entonces veras bien para sacar la paja del ojo de
tu hermano. No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los
cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y los despedacen.
La
oración, y la regla de oro
Pidan, y se les dará; busquen, y
hallarán, llamen y se les abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que
busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Que hombre hay de ustedes, que si
su hijo le pide pan, le dará una piedra? O si le pide un pescado, le dará una
serpiente?
Pues si ustedes, siendo malos, saben dar
buenas dádivas a sus hijos, ¿cuanto más su Padre que esta en los cielos dará
buenas cosas a los que le pidan?
Así que, todas las cosas que quieran que
los hombres hagan con ustedes, así también hagan ustedes con ellos; porque esto
es la ley y los profetas.
La
puerta estrecha
Entren por la puerta estrecha porque
ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos
son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino
que lleva a la vida. Y pocos son los que la hallan.
Por
sus frutos los conocerán
Guárdense de los falsos profetas, que
vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por
sus frutos los conocerán. Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los
abrojos. Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos
malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos
buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así
que, por sus frutos los conocerán.
Nunca
los conocí
No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrara en el reino de los cielos sino el que hace la voluntad de mi Padre que
esta en los cielos Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos
en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca los conocí apártense
de mí, hacedores de maldad.
Los
dos cimientos
Cualquiera, pues, que me oye estas
palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa
sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y
golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
Pero cualquiera que me oye estas
palabras y no las hace, le comparo a un hombre insensato, que edifico su casa
sobre la arena; y descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y
cayó, y fue grande su ruina.
Y cuando terminó Jesús estas palabras,
la gente se admiraba de su doctrina;
porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.